Las sorpresas navideNas

Ñåðãåé Âÿçàíêèí
Algunos caracteres del alfabeto espaNol no han sido presentados en forma correcta por las causas ajenas a la voluntad del autOr.
Viazankin Guirin Serguei

1

Giorgio se detuvo ante la entrada de la agencia de viajes «!Siempre contigo!», un nombre esperanzador. Tras el escaparate, un Arbol de navidad guiNaba, coqueteando, sus lucecitas coloradas. Unos pingüinos, con pequeNas alas de plAstico a medias levantadas, se hundIan en nieve de algodOn, mirando con expresiOn de sorpresa una replica de aviOn, suspendida en el cielo azul de un pOster de una isla de coral.   

Giorgio se sacudiO la nieve de la ropa, se quitO la gorra de esquI, y entrO en la agencia. Se encontrO ante tres simpAticas muchachas que dejaron de trabajar y le miraron con interEs.
- Buenos dIas, vengo por un anuncio del periOdico “VIa LActea”: me gustarIa trabajar de PapA Noel.

Las chicas sonrieron amablemente, y asintiendo varias veces con la cabeza le seNalaron la puerta del despacho de al lado.
- ?En quE puedo ayudarle? – un joven con corbata se recostO en su sillOn y, entornando los ojos, mirO atentamente a Giorgio.
- He leIdo en un anuncio del periOdico que aquI necesitan gente. Si he entendido bien, se trata de repartir regalos navideNos por las casas.
- SI, ha entendido bien. SiEntese. ?Tiene usted alguna experiencia en este campo?
- Soy programador de ordenadores y he trabajado en una empresa que cerrO hace poco. En esta Epoca es difIcil encontrar trabajo en mi especialidad, por eso he decidido pasar por aquI.
- Vale... ?Sabe usted cantar?
- Depende... – respondiO Giorgio algo incOmodo.
- Veamos, si algUn niNo le pidiera que bailase en torno del Arbol de navidad, tendrIa que hacerlo. Y no descarto la posibilidad de que tambiEn tuviera que cantar al mismo tiempo.

Giorgio sintiO calor. Se desabrochO la cazadora, tirO de la bufanda y se la puso en las rodillas. PreguntO, mordiEndose los labios:
- ?Tiene usted la letra de alguna canciOn? 
- Claro que sI – el hombre sonriO condescendiente, todo El derrochaba autosuficiencia «NOSOTROS TENEMOS DE TODO» y tendiO a Giorgio unas hojas que sacO del escritorio. Luego cogiO una cinta de una estanterIa, se asomO a la puerta y se la enseNO a alguien del despacho contiguo. Lo puso en el radiocasete. «En un bosque bonito, naciO un arbolito...» – cantO animadamente un coro de niNos.

Giorgio suspirO con alivio:
- Conozco esta canciOn.
-?Puede cantarla?
La cara de Giorgio enrojeciO mientras canturreaba con el coro. El hombre encorbatado, frotAndose la nuca e inclinando la cabeza de pelo moreno y bien cortado, se dedicO a estudiar la superficie de su escritorio. En el despacho al lado alguien carraspeO con fuerza. El hombre rApidamente desconectO el radiocasete y susurrO:
- Usted Pavarotti seguro que no sale. Tampoco le admitirIan en el conservatorio.   
- !Ni lo pretendo! – se enfadO Giorgio.
- Vale, vale... – el hombre se puso muy serio: parecIa que estuviera resolviendo un problema muy complicado -. De acuerdo – dijo -. Estudie las condiciones del contrato y, si estA conforme, fIrmelo.
«No es un dineral, pero menos da una piedra», pensO Giorgio, firmAndolo.
- Venga conmigo y le doy todo lo necesario... Las direcciones y los regalos los puede recoger aquI por la maNana entre las diez y las once... ?Tiene usted coche? 
- No.
El hombre asintiO con la cabeza: no pareciO sorprenderse.
- De acuerdo, intentarE buscarle direcciones cercanas a su barrio.

***

Giorgio saliO de la agencia, y al momento entrO Victoria. Tras detenerse un minuto frente al escaparate, abriO, indecisa, la puerta.

Las tres muchachas dejaron de trabajar y la miraron interrogantes.
-Buenos dIas. Vengo por el anuncio del periOdico. Me gustarIa trabajar de Blancanieves.
?Saben quiEn puede atenderme? – preguntO con timidez al tiempo que retorcIa los guantes.

Una de las chicas seNalO la puerta del despacho al lado y, siguiEndola con la mirada, la imitO haciendo una mueca.
El joven moreno saludO a Victoria y le preguntO:
- ?QuE desea?
- Me gustarIa conseguir el trabajo de Blancanieves.
-Tome asiento, por favor. ?Tiene usted alguna experiencia al respecto? – la atravesO con la mirada de sus ojos castaNos, semejantes a los ojos de un azor.
-SI – contestO Victoria, sentAndose.

El joven se agitO emocionado en el sillOn.
-Seguro que sabe cantar y bailar.
-EstudiE diez aNos de piano.
-Estupendo... AquI esta el contrato, y si estA de acuerdo, fIrmelo.
«Como si tuviera alguna otra opciOn», pensO Victoria, firmAndolo.
-?Tiene coche?

Ella negO con la cabeza.
-No importa. Le buscarE direcciones cercanas a su casa. A veces trabajarA sola, y otras con un compaNero que harA de PapA Noel, depende de los clientes.

Victoria se arreglO el cabello rubio, que asomaba por el gorro y asintiO con la cabeza, bajando las pestaNas negras y largas de sus ojos azules como el cielo.
- !Excelente! Ni siquiera va a necesitar maquillaje.
- ?Los regalos son iguales?
- No, cada cliente trae su regalo. Si son pequeNos, los dejan aquI, si son voluminosos pueden dejarlos a la entrada de su casa: segUn cOmo lo hayamos acordado... Venga conmigo a esta otra habitaciOn y le escogemos el traje.
Pasados diez minutos, Victoria abandonO la agencia con una bolsa grande en la mano.

2

Al dIa siguiente, en calle de los Bosques, apareciO PapA Noel. Enjuto y alto, con una nariz postiza que parecIa una patata, la barba rizada, un abrigo rojo, y el saco que resbalaba por su espalda, PapA Noel miraba de reojo, a travEs de sus gafas sin cristales, a la gente, que sonriEndose, pasaba a su lado. Poco despuEs se parO ante el portal de un edificio de cinco plantas. PataleO para quitarse la nieve de las botas y mirO con seriedad por encima del hombro a dos viejecitas que estaban sentadas en un banco.
-?A quiEn estA buscando? – preguntO una de ellas, observando de reojo al visitante.
- El apartamento 14 – contestO PapA Noel y empujO la puerta.
- La quinta planta.

«Lo saben todo», pensO Giorgio sonriendo irOnicamente. Al entrar en el portal, mirO los peldaNos mordidos y las paredes de azulejos blancos y negros, como un tablero de ajedrez. «Vaya… Seguro que aquI no tienen ascensor… Y ahora me toca escalar con este saco». Al llegar al Ultimo piso, se parO y sacO del bolsillo una hoja, que temblO ligeramente en su mano. «Tranquilo, Giorgio – se dijo –. ?Acaso te estAn examinando? Es sOlo un crIo. «Eugenio», leyO en la hoja -. Espero, Eugenio, que no me pidas que te cante la traviatta». ConsiguiO dominarse, respirO fuertemente y pulsO el timbre, que piO como un canario. Tras unos segundos la mirilla se oscureciO y aclarO, pero la puerta siguiO cerrada. Giorgio comprobO el estado de su barba, se arreglO el gorro y de nuevo alargO la mano hacia el timbre, pero en este momento se abriO la puerta. Una mujer mayor, sonriente, susurrO desde el umbral:

-Buenos dIas. Eugenio no sabe que usted viene. Le pedimos que nos visitase hoy, porque maNana marchamos al pueblo. No querIamos dejar al niNo sin PapA Noel. Ahora mismo estA viendo dibujos. Pase, por favor, pase …

Cuando Giorgio se acercO al Arbol, entrO corriendo un niNo de orejas grandes y ojos desmesuradamente abiertos por el asombro.
- Hola, Eugenio – dijo con voz grave PapA Noel y le tendiO la mano.
- Buenos dIas – le saludO el niNo, avanzando indeciso hacia El. 
- Tengo un regalo para ti – Giorgio metiO la mano en su saco... De repente se le ocurriO una excelente idea, y sonriendo, prosiguiO -. Te doy el regalo, pero sOlo si me cantas algo.

La mujer miraba enternecida a su nieto, que se quedO aturdido un instante y luego empezO a cantar algo en inglEs.
- Ha empezado a ir a una guarderIa infantil donde enseNan a hablar en inglEs – dijo la abuela con orgullo y cogiO una cAmara de fotos de encima de la mesa.

Con el tan ansiado coche dirigido en una mano y los ojos relucientes de alegrIa, Eugenio acompaNO a Papa Noel hasta la puerta. Ya en el pasillo la mujer le devolviO la factura firmada, y sonriendo, le deseO un feliz ANo Nuevo.

«Este trabajo no estA nada mal – pensO Giorgio, bajando las escaleras -. Lo Unico malo es que este abrigo da mucho calor…». Atravesado por las miradas, de rayos – X de las viejitas que estaban sentadas al lado del portal, se dirigiO a la calle principal.

Todo a su alrededor hacIa sentir que se acercaba el ANo Nuevo: las risas y las charlas de la gente, transeUntes caminando ligero con Arboles de plAstico en sus manos, aglomeraciones junto a los quioscos, grandes copos de nieve de papel, juguetes y guirnaldas, que destellando, adornaban los escaparates de las tiendas: todo respiraba ANo Nuevo, hasta parecIan diferentes el aire limpio y frIo y la nieve que crujIa bajo los pies. Embriagado por el ambiente mAgico, y respondiendo con sonrisas a las miradas calurosas de la gente, Giorgio se metiO en su papel hasta tal punto que empezO a creerse de verdad PapA Noel. De repente vio a Blancanieves. (“!No es un espejismo!”) Ella se dirigIa hacia El, la distancia se acortaba. Inesperadamente,  Blancanieves girO y se dirigiO hacia un portal. «Yo tambiEn voy allI – pensO Giorgio apresurAndose -. Es curioso ?dOnde irA?»

Al oIr pasos tras ella Victoria se dio la vuelta. PapA Noel, sonriEndo, la adelantO, abriO la puerta y la sostuvo, invitAndola a entrar con un gesto. «!Este PapA Noel es todo un caballero!» – pensO Victoria.
Se lo agradeciO, ruborizAndose y preguntO:
-?De quE agencia es usted?
- «Siempre contigo» – contestO Giorgio («QuE Blancanieves tan simpAtica»)
- !Vaya! Yo tambiEn (“!Ja, ja, ja! «Siempre contigo» – no estarIa mal. SerIa interesante saber quE aspecto tiene sin esa barba rizada y sin la nariz postiza”).
- ?A quE piso va? – el buen humor de Giorgio mejoraba mAs y mAs.
- Al primero.
- Yo al diecisEis.
- Bueno, pues hasta luego – a Blancanieves le brillaban los ojos cuando desapareciO tras la escalera.

***

La visita que Giorgio hizo a Miguel, se desarrollO como habIa previsto. El niNo cantO, recibiO su regalo y acompaNO a PapA Noel hasta la puerta.
«Muy bien... Podemos considerar que mi debut ha sido un Exito – pensO Giorgio, saliendo del ascensor -. !Vaya! !Blancanieves aparece de nuevo en escena!»
-Hola otra vez. ?QuE tal le ha ido?
-Bien – contestO Victoria y bajO los ojos. («Es un PapA Noel es muy sociable. !QuE maravilla!»)
-Por hoy he terminado – dijo Giorgio («Que Blancanieves mAs tImida.»)
-Yo tambiEn.
-?Vive lejos de aquI? – preguntO Giorgio («A lo mejor piensa que estoy ligando con ella.»)
-Vivo en este barrio, en la calle del Bosque, nº 5 – contestO Victoria («Parece que PapA Noel no tiene pelos en la lengua.»)
-!Menuda coincidencia! Vivo en la misma casa. ?En quE portal?
-En el sexto.
-Yo en el segundo.

Juntos, sin prisa, caminaron hacia allI.
-Trabajar con niNos es difIcil, pero interesante. Son buenos – dijo Giorgio -. Por ejemplo, mire a estos chicos que estAn haciendo un muNeco de nieve. 
-Cada niNo es diferente... – precisO Victoria encogiEndose de hombros.
-!Fijaos! !PapA Noel con Blancanieves! – un chico chato, con las mejillas rojizas por el frIo, dejO de hacer rodar el cuerpo del muNeco - ?QuE opinas? ?Son de verdad? – preguntO a su amigo.

-Vamos a comprobarlo – otro chico apuntO y les lanzO con fuerza una bola. Del golpe que recibiO, a PapA Noel se le cayO el gorro al suelo, dejando al descubierto el cabello oscuro y la goma que sujetaba la gran barba blanca. PapA Noel se agachO y se dio la vuelta.

-Este no es de verdad. !Corre!
Giorgio se precipitO instintivamente tras ellos, pero se controlO a tiempo, y se dio cuenta de que posiblemente la gente no entendiera que PapA Noel castigara a unos chavales en medio de la calle. SacudiEndose la nieve de la ropa regresO con Blancanieves.

La gente miraba a los chicos que corrIan a toda velocidad, censurAndoles con un movimiento de cabeza.

El buen humor de Giorgio pareciO esfumarse, y no soltO siquiera una palabra hasta que llegaron al edificio donde vivIan.
-Este es mi portal – dijo Blancanieves -.Hasta luego.

Lo ocurrido con los chicos habIa afectado bastante a Giorgio, y sintiendo que de algUn modo tenIa que recuperar su imagen a ojos de Victoria, le dijo:
-?Tiene tiempo? ?Le apetece que tomemos un cafE?
-?AsI vestidos?
-No, podemos cambiarnos y vernos aquI... Digamos dentro de una media hora... («No sE cOmo puedo ser tan lanzado»)
«Vaya. !QuE decidido es PapA Noel!» – pensO Victoria y dijo:
-Y si contesto que «sI», ?cOmo le voy a reconocer?

Giorgio se quitO rApidamente el gorro, la barba, las gafas sin cristales con la nariz postiza y, entornando los ojos, le mostrO su cara. («!Menuda sorpresa! Si lo he visto muchas veces en la panaderIa. Pero no creIa que El se hubiera fijado en mI. ?Y por quE ahora? Puede ser que le haya afectado mi traje de Blancanieves? Vale, no hay tiempo para adivinanzas – habrA que aceptar»)
- Media hora es poco tiempo – ella mirO el reloj –, puede que dentro de un par de horas estE preparada. ?DOnde podemos ir?
- No sE, a una cafeterIa, por ejemplo, y luego podemos dar un paseo por la ciudad.
(“!Mujeres! !Les hace falta dos horas para cambiarse!”)
(“Parece que es un romAntico. Si se dejara barba de verdad le quedarIa bien.”)
- Vale, de acuerdo - dijo Blancanieves -. ?Le parece dentro de una hora y media aquI? –. («La verdad es que con lo de las dos horas me habIa pasado un poco»)
- ?Le puedo preguntar cOmo se llama? – dijo PapA Noel.
- Victoria.
- Yo soy Giorgio. Entonces dentro de una hora y media aquI – se despidiO con un gesto y se dirigiO a su portal.

Blancanieves subiO rApidamente las escaleras hasta el segundo piso, entrO en su casa y quitAndose la ropa se precipitO hacia el telEfono.
- Hola Sveta, soy Victoria. ?A que no sabes quE? Acabo de conocer a PapA Noel…

3

Al dIa siguiente nevO sin parar durante toda la maNana. Entre los edificios del barrio se deslizaban lentamente los coches.

Giorgio, con una direcciOn en la mano, se acercO al edificio de la calle los Deportes, nº8. («Parece que otra vez toca el mismo portal de los aficionados al ajedrez y las abuelas»)
- Buenos dIas, PapA Noel – dijo una de ellas, sentada a la entrada. SacudiEndose la nieve de los hombros, le lanzO una risita.
- Buenos dIas – gruNO Giorgio.
- ?A quiEn va a visitar hoy?
- Voy al piso 6.
- Segunda planta.

PapA Noel subiO las escaleras, se parO ante la puerta, cubierta de piel artificial, y pulsO el timbre. No pasO ni un minuto y ya en la puerta apareciO un hombre de mediana edad, alto, fuerte y medio calvo. SaludO a Giorgio con la cabeza y dijo con voz grave:
- Pase.

Un chico gordito de unos diez o doce aNos dejO a un lado el mando a distancia del televisor y se levantO del sofA, mirando con asombro a PapA Noel.

Giorgio, al ver el aspecto rubicundo del chico, se inquietO un poco: «Seguro que El no es de los que creen en los cuentos de hadas».
- Hola, PapA Noel. ?QuE me has traIdo? – preguntO el chico con una voz que se parecIa mucho a la de su padre.
«Hacerle cantar… !lo veo difIcil! Tampoco creo que necesite mis canciones» – pensO Giorgio.
- Tengo un regalo para tI, Pablo – dijo y, sentAndose en el borde del sofA, metiO la mano en el saco - !Toma! – le tendiO un paquete.

Su padre estaba radiante.
El chico se pasO la lengua por los labios, cogiO el regalo y rApidamente rompiO el papel que lo envolvIa. Tras unos segundos tuvo en sus manos una colonia y un pequeNo paquete de plAstico, sorprendido, agitO la colonia y la dejO en el suelo.
- Es para tu madre – susurrO Giorgio y mirO al padre del chico, cuya cara de repente ensombreciO.

Pablo rompiO con los dientes el paquete y sacO un conjunto de ropa interior femenina. EstirO las braguitas blancas, y preguntO impaciente.
-?Y para mI? ?Para mI quE?
- Por hoy se acabaron los regalos. Pero !no te pongas asI! Otra vez traerE algo para tI – Giorgio se levantO del sofA y dio un paso hacia la puerta.
El padre del chico, en silencio, firmO la factura y sin moverse lanzO a PapA Noel una mirada asesina. Giorgio sintiO que era hora de retirarse. SaliO rApidamente al portal y, corriendo por las escaleras, tropezO con una mujer, a la que no tirO por casualidad.   
Desde arriba llegO la voz de Pablo: «!MamA! !El viejo te ha traIdo unas bragas!»

***

Blancanieves se acercO a un nuevo bloque de viviendas en la calle Norte, el nº12. «La puerta 52... A ver, cOmo se llamaba la niNa... InEs... La casa es nueva pero el telefonillo ya no funciona… AUn no han rayado las puertas del ascensor... Tiene espejo... Parece que he llegado... Vaya, todas las puertas son iguales... CuAl de ellas es la 52... Ya, es Esta. Vamos a ver cOmo es InEs...», Victoria llamO. AbriO la puerta una mujer rubia joven, alta y guapa, vestida con un  albornoz de color rosa. Al ver a Blancanieves, arqueO las cejas y preguntO.

-?QuE desea?
-?Vive aquI InEs?
-SI.
-Tengo un regalo para ella.
-?Un regalo? Bien, pase... SiEntese, por favor.

Victoria entrO en el salOn y se sentO, discretamente, en el sofA. La rubia se acomodO enfrente con las piernas cruzadas y, sin prestar atenciOn a los bordes del albornoz, que se separaron, cogiO de la mesita un paquete de cigarrillos y le ofreciO a Blancanieves.

-No, gracias – dijo Victoria, llegando rApidamente a una conclusiOn: «!Menuda  tigresa!»
-Vale dEme el regalo – dijo la rubia, encendiendo el mechero.
-?InEs no estA en casa?
-Yo soy InEs.
«Nunca me habIa pasado nada parecido», pensO Victoria, sacando el regalo.
-Firme aquI, por favor.
-Un momento – la rubia rompiO con cuidado el papel y sacO de la caja unas gafas y un tubo de buceo. Se sorprendiO mucho. EstudiO con atenciOn la factura.
-?Es el nombre de remitente?

Victoria asintiO con la cabeza.
La rubia quedO perpleja unos segundos, con la mirada clavada en las gafas, poco despuEs sus ojos brillaron con rabia. FirmO la factura.
Victoria se levantO y se dirigiO hacia la salida. La rubia se despidiO de ella, y cerrO la puerta de un portazo.
«Para esta casa en lugar de a Blancanieves deberIan haber contratado a la Reina de las Nieves».

***

Giorgio iba por la calle, pensando que la vida estA llena de sorpresas y que es mucho mAs complicada de lo que puede parecer a simple vista. En su bolsillo vibrO el mOvil.

- Buenas dIas, Giorgio, soy ValentIn de la agencia «!Siempre contigo!». Me ha llamado un cliente de la calle los Deportes, de donde usted acaba de salir. Ha habido un error. El nos trajo dos regalos para dos direcciones diferentes: uno para su hijo y otro para InEs que vive en la calle Norte, 12. Pero tuve un problema con el ordenador y estAn cambiadas… ?PodrIa usted correjir este error? QuerIa pedirlo a Victoria, que trabaja de Blancanieves, estA en el mismo barrio que usted, no tiene mOvil y no contesta en casa...
- SI, claro que puedo.
- Hasta luego y muchas gracias. Estaremos en contacto.
«Espero que no se me acabe la baterIa del mOvil… – pensO Giorgio -. !QuE desastre! Se me olvidO cargarlo...»

***

Victoria se detuvo en el portal 12 de la calle Norte. «!Tengo que llamar urgentemente a la agencia! Me parece que ha pasado algo... ?DOnde habrA una cabina?... – mirO alrededor - SI, claro, estAn al lado de la boca de metro». ComprO en el quiosco una tarjeta, se acercO a la cabina y marcO el nUmero de la agencia.
- Buenos dIas. ?ValentIn, es usted? Soy Victoria.
- Buenos dIas. ?Ya ha entregado el regalo a InEs?
- SI, pero hay algo que no cuadra...
- Ha habido un error. He confundido las direcciones. El regalo para InEs lo tiene Pablo, que vive en el nº8 de la calle los Deportes. En este momento, Giorgio, que trabaja de PapA Noel, lo estA solucionando.
- !Ah! Vale, entonces ya estA. Pues, hasta luego.

Victoria marcO el nUmero del mOvil de Giorgio. «!EstA apagado!» con un movimiento lento colgO el telEfono. «Puede que haya entrado en casa de esa tigresa, ahora estarA sentado en el sofA, quizA aceptO un cigarrillo, aunque me dijo que no fumaba... A lo mejor ella ha puesto mUsica...» – Victoria saliO de la cabina. A su alrededor rAfagas de viento hacIan bailar los copos de nieve. «!Todo esto no me gusta nada!». El aire, como jugando, despeinaba las calles blancas, y parecIa querer llevarla a la calle Norte. Victoria se arreglO la bufanda, y sin prestar atenciOn a nadie, caminO, casi corriO hacia la casa de la rubia… El portal... el ascensor... la puerta. Victoria se parO en silencio, toda oIdos. «?Llamo?... ?Pero quE me pasa? ?QuE hago aquI?... Me conocido un chico; sOlo hemos salido juntos una vez ?Y quE…?» Se acercO a ventana del pasillo, desde donde se divisaban los rectAngulos congelados de las casas, rodeadas de Arboles que, de tan pequeNos, parecIan musgo. La nieve mientras tanto, habIa dejado de caer. Victoria vio un hombre vestido de rojo que andaba por una de las calles. «Parece que es El... !SI! !SI! !Es El! Va hacia el portal de la casa donde vive el niNo...

***

Victoria subiO del portal 8 de la calle los Deportes hasta el segundo piso.
AbriO la puerta una mujer bajita en la edad media, que se sorprendiO un poco al verla.
- Buenos dIas – dijo Victoria -. Perdone ?no estA aquI PapA Noel?
- SI, estA aquI – la mujer asintiO y sonriO amigablemente.

Giorgio, sentado en el sofA, empaquetaba torpemente la colonia y el conjunto de ropa femenina. Pablo, al ver a Blancanieves, se sacO de la boca el tubo de buceo y dijo:
- Hola, Blancanieves. ?QuE me has traIdo?

Victoria evaluO la situaciOn, seNalO con la mano a PapA Noel y respondiO:
- Venimos juntos.
El chico se metiO el tubo en la boca y empezO a resoplar.

Victoria cogiO la colonia de las manos de Giorgio.
- PermIteme que te eche una mano – le ofreciO.
- ?EstAs bien? – preguntO Giorgio en un susurro.

Victoria asintiO con la cabeza.
Ya en el pasillo Giorgio tendiO la factura a la mujer y le pidiO que la firmara.
La mujer mirO la hoja, se le demudO la cara. FirmO y se despidiO de ellos con una sonrisa tensa.
- Victoria ?ha pasado algo? – preguntO Giorgio, bajando las escaleras.
- No, nada. Ha habido un problema con los regalos. No he conseguido localizarte.
- Se me olvidO cargar el mOvil. ?Te queda mucho trabajo?
- SOlo una casa mAs.
- Si te apetece, podemos ir juntos a la calle Norte, le devolvemos el regalo a este hombre y luego visitamos a tu cliente.
- ?A quE hombre?
- A, este que ahora estA en el piso de InEs. El padre de Pablo. Acaba de devolverme el tubo y las gafas de buceo.
- Espera, he entregado las gafas a una mujer que se llama InEs.
- SI, claro, esa... – Giorgio se sonriO.
Un rato despuEs  ya estaban en el  del piso de InEs . AbriO la puerta el padre de Pablo.
-?QuE tal? ?Lo habEis traIdo? – preguntO y, entornando los ojos, asomO la cabeza suspicaz.

Giorgio le tendiO el paquete con la colonia y el conjunto de ropa interior femenina. El hombre comprobO el contenido, le hizo un quiNo a Giorgio y susurrO:
- Hasta luego. Espero que todo esto quede entre nosotros.
Blancanieves y PapA Noel salieron del 12 de la calle Norte, y se acercaron a las cabinas telefOnicas.
- ?ValentIn?
- SI, dIgame.
- Soy Giorgio.
- ?QuE tal?
- Hemos solucionado lo de los regalos.
- Bien. Acaban de llamarme del 8 de la calle Los Deportes. La mujer ha dicho que su hijo Pablo ya ha recibido las gafas de bucear... Es una mujer encantadora, insistiO en que le diera la otra direcciOn y el nUmero de telEfono. Dijo que le gustarIa saber si el otro regalo tambiEn habIa sido entregado correctamente.
- ?SI? Bueno, ?algo mAs?
- De momento nada, gracias.
- Entonces hasta maNana.

Giorgio colgO el telEfono.
- ?QuE tal? – preguntO Victoria - ?Todo bien?
- Todo bien para nosotros, pero parece que al padre de Pablo y a InEs  les espera otra sorpresa.

4

Al dIa siguiente Giorgio y Victoria fueron juntos a la agencia «!Siempre contigo!». SacudiEndose la nieve, entraron. Las tres muchachas les saludaron y acompaNaron con la mirada hasta la puerta de la oficina de al lado. 
-  Ya ves, y ni se conocIan. ?Os acordAis? No vinieron juntos, ni siquiera se cruzaron – susurrO una de ellas.

Las otras dos asintieron varias veces con la cabeza.
Tras unos minutos Giorgio y Victoria salieron sonriendo de la agencia, cargados de regalos.
- Cualquiera dirIa que se conocen desde siempre – la misma chica dejO caer la carpeta con fuerza sobre el escritorio. Se levantO bruscamente y, acercAndose a la puerta de la oficina al lado, dijo con firmeza desde el umbral:
- ValentIn, quiero ser Blancanieves.
- Yo igual le pido que PapA Noel pase por mi casa – dijo otra, y cerrO los ojos, soNadora.

Agosto de 2002.
Pinto (Madrid)