La fuente

Ñåðãåé Âÿçàíêèí
Algunos caracteres del alfabeto espaNol no han sido presentados en forma correcta por las causas ajenas a la voluntad del autOr.
Viazankin Guirin Serguei

El relato ha sido publicado en la revista literaria "Aragast", N6, aNo 2010, secciOn Prosa,


LA FUENTE

1

En una tarde tibia primaveral, un hombre alto y delgado la edad media  se acercaba decidido con grandes zancadas hacIa una fuente, que no precisamente por haber estado funcionando mucho tiempo sin interrupciOn, se habIa convertido en un pequeNo estanque dominado por la estatua de un atleta con un remo. El hombre vestido con traje, corbata y gafas sobre una nariz puntiaguda, por su apariencia causaba la impresiOn de una persona que se dedica principalmente a trabajos de tipo intelectual.  Se detuvo al la lado de la fuente y mirO en torno; unos niNos, vigilados por sus madres sentadas en bancos, atemorizaban a las carpas doradas, con unas ramas finas.

Mientras tanto, una mujer bajita y finita, reteniendo con dificultad por la correa un dogo rallado, se dirigIa al lugar donde estaba permitido pasear con perros. De repente una pelota que se habIa alejado de un grupo de niNos, atrajo a atenciOn del perro. El dogo se soltO de la correa y con saltos enormes se precipitO tras ella. Un chico que apareciO de algUn sitio, sin notar la presencia del perro, golpeO con fuerza el balOn que despuEs de haber  dibujado una curva en el aire cayO al agua, sobrepasando volando por encima del hombre con la corbata, que atentamente estudiaba el contenido de la fuente. El hombre se estremeciO, mirO su traje salpicado y dio la vuelta... Vio una criatura rallada y horrible que volaba hacIa El con las fauces desmesuradamente abiertas, desnudando los colmillos y agitando su gran lengua rosada
El hombre recibiO un fuerte golpe al pecho y se cayO de espaldas al agua.  El perro empujO con las patas traseras el cuerpo que se hundIa, cogiO la pelota y saltO saliendo de la fuente. Se sacudiO salpicando a los niNos alucinados, que miraban boquiabiertos lo sucedido y agitando alegremente su cola larga, corriO hacIa su dueNa, que tambiEn con la misma velocidad se precipitaba hacia a El. Uno de los chicos, secando con la palma su cara pecosa, dijo con  admiraciOn:
- !COmo mola!

Dejando los bancos, todas las mamas corrieron hacIa la fuente en el fondo de la cual, rebuscaba, convulsivamente, con sus manos un personaje de cuento, buscando sus gafas.
Una niNa chata le aconsejO con tono autoritario:
- !TenIa que haberse puesto las lentillas!
 
El personaje enredado en las algas, emitiO un sonido inarticulado, y con todo el cuerpo dio la vuelta hacIa la voz y dirigiO su mirada ciega a la niNa. La madre la cogiO por la mano y la arrastrO rApidamente a una distancia segura. El hombre continuO la bUsqueda. De repente, se deslizO y perdiendo el equilibrio, agitO las manos. Cogiendo aire con la boca abierta, se agarrO a la pierna de la estatua con el remo, que impasible estaba erguida en el centro del estanque. La estatua se balanceO, y araNando el cielo con el remo, se desplomO hacia el fondo. La gente horrorizada reculO. El hombre saltO del agua rugiendo y perdiendo un zapato, corriO hacia el parterre donde se parO, atascado.
La concurrencia reunida en torno a la fuente, comentaba animadamente lo ocurrido. En la arena se agitaban las carpas convulsas por la ola, reluciendo al sol. Los niNos, benevolentes, se precipitaron a salvar la fauna del parque. Dos niNas intentaban sacar con empeNo las gafas que se encontraban dentro del agua, sobre las algas, pero una mujer, entusiasmada por su noble impulso, las adelantO, y con las gafas en la mano tendida se acercO valientemente al hombre que chorreaba, con los pies plantados en la tierra. ReinO el silencio.
-  Sus gafas - dijo ella.

El hombre pisando, con cuidado, las flores saliO de parterre. Su mano dibujaba ideogramas en el aire, por fin se encontrO con la mano de ella. El hombre se puso las lentes, recogiO el zapato que estaba tirado en el suelo, se acercO al banco y se sentO. Hacia El se acercaban, con prisa, los empleados del parque. La mujer les cortO el paso y dijo:
- !El no tiene ninguna culpa! Le atacO el perro.
Las mamAs con los cochecitos asintieron varias veces con cabezas. El hombre las mirO
con agradecimiento, poniEndose con esfuerzo su zapato mojado.
- ?DOnde vive usted? ?No serA mejor que le acompaNe hasta el coche? ¨C ofreciO la mujer.
- Gracias ¨C contestO y se dirigieron a la salida del parque.

Al dar unos cuantos pasos, hombre se parO, sacO un paNuelo, lo escurriO y empezO a limpiar los cristales de sus gafas; ella le tendiO un paquete con paNuelos del papel.
- ?COmo se llama? - El inclinO la cabeza y acercO a ella su cara con ojos acuosos y grises, casi hasta tocarla con su nariz.
- Clementina - ella maquinalmente se alisO el pelo rizado y oscuro. Sus mejillas se pusieron rojizas por la proximidad de un hombre mojado.   
- Su nombre no es nada corriente, pero hay que destacar que es muy bonito... Bueno, mI nombre es mucho mas corriente, soy Gabriel.
- SI, de acuerdo, encontrar una mujer con mi nombre no es nada fAcil, pero encontrarse con un hombre con este aspecto es aUn mAs difIcil-, pensO Clementina.

Gabriel se puso las gafas y se quedO inmovilizado: detrAs de Clementina vio de lejos un grupo de gente vestida de fiesta.
- !Ah! ¨C Lilia abriO la boca por el asombro -. !Mira Alejandro! !Es Gabriel! ?Que le habrA pasado? - tiene un aspecto muy raro.
- SI, tienes razOn, parece que es El ... ?No le habIamos dicho que nos esperara al lado de la fuente? Parece que a ocurrido algo - Alejandro entornO los ojos, y mirando con preocupaciOn arrugo la frente.
- ?QuiEn es esa mujer del vestido azul? - Lilia se sintiO intrigada por Clementina -. ?Vamos a verles?
- No vamos a tomar la iniciativa. Creo que El ya nos ha visto.
"OjalA que no me vean", pensO Gabriel, y con los labios apretados empezO a agitar la cabeza mirando alrededor.

Clementina, mientras le quitaba con el dedo meNique las gotas de agua que caIan de su cabello lacio, le preguntO, compasivamente:
- ?Se encuentra usted mal? ?No serIa mejor que llamAramos a urgencias?
- !No, no! ¨C todo va bien, solamente quiero sentarme - Gabriel tapO su cara con la palma
 y se adentrO, precipitadamente, en la maleza del parque. Clementina le estaba siguiendo.
- ?A dOnde irAn con tanta prisa? ¨C susurrO Lilia, conteniendo apenas su impulso natural de seguirles de inmediato. Alejandro la cortO con su mirada burlesca, y ya, sin palabras, se dirigieron al restaurante. Al pasar al lado de la fuente, todos los del grupo miraron con sorpresa el codo blanco de la estatua que sobresalIa del agua.
- ?No serA Gabriel quien la ha derribado...? - cuchicheO Alejandro. 
- ?Por quE piensas que ha sido El?
- Porque no puede tumbarse sin ayuda de alguien - sonriO.
Lilia, mirando alrededor, se dirigiO hacia las mamas con los cochecitos. Ellas dejaron
de charlar y prestaron atenciOn a la mujer que se acercaba, esbelta con el vestido negro de noche.
- ?Por casualidad, sabEis quE pasO aquI?
- Un perro atacO a un hombre y El, al caer al agua, se desplomO con la estatua - contestO una de las mujeres, estudiando a Lilia con la mirada crItica.
- ?Y quE aspecto tenia el hombre? - preguntO Alejandro acercAndose.
-ParecIa un intelectual, con gafas y con corbata - dijo otra mujer, balanceando su cochecito, y al medir con la mirada la estatura de Alejandro, aNadiO -, quizA algo mAs alto que usted y mAs delgado.
- ?El perro le mordiO?
- Parece que no. CogiO el bolOn y se fue corriendo.
- !MordiO la pelota! ¨C precisO un niNo que estaba al lado.
- !Alejandro! ¨C dijo Lilia emocionada - !Llevas razOn! Es Gabriel - sacO de su bolso el mOvil y agitando su dedo pulgar con la uNa larga que, brillaba de color rosado, empezO a marcar el nUmero -. !No contesta! Seguramente su mOvil esta mojado. !Vamos a buscarle! !Puede que necesite ayuda!

Fueron a decir a sus amigos que se acercarIan al restaurante mas tarde y empezaron a buscar a Gabriel.
- Parece que ha pasado por aquI -, dijo Lilia -. !SI, justo! ?Ves estas huellas de las gotas?

En el desvIo las huellas desaparecieron. Dudaban durante un minuto quE camino elegir, y finalmente se dirigieron a la derecha. Mientras tanto a la izquierda, a unos cuantos metros del desvIo, en un banco se encontraba sentado Gabriel, con la camisa pegada al cuerpo y las rodillas agudas separadas, buscaba algo en los bolsillos de su chaqueta. 
- ?PapA, este hombre es buceador? - dijo una niNa con coletas, que pasaba al lado y
tirO de la mano de su padre.

Clementina, aguantAndose la risa, mirO interrogando a Gabriel.
- !No, no soy un buceador! Soy un ingeniero que estA en paro, - con los ojos humedecidos, mirO tristemente a la niNa, y luego como para sI, aNadiO - y por lo visto es para mucho tiempo.
- Pero ?por quE para mucho tiempo? - preguntO Clementina.
- Acabo de perder una ocasiOn de encontrar trabajo.
"Con este aspecto ni siquiera conseguirIas el puesto de socorrista del estanque", pensO ella. MirO el reloj y preguntO sin mucho interEs:
- Si no es secreto, ?en quE empresa es tan difIcil conseguir el puesto de ingeniero?
- En una empresa donde pagan bien. En este momento yo tendrIa que estar en el restaurante.  Hoy cumple aNos la mujer de un amigo mIo y me prometieron presentarme a la jefa de su departamento.

Clementina enarcO las cejas.
- ?Acaso no podrIa ir directamente y dejar el currIculum?
- !QuE dice! ¨C Gabriel echO atrAs la cabeza y la mirO, con cierta prepotencia -. Una cosa es hablar con una solterona seca y frIa en el despacho, y otra muy diferente, es hacerlo en un restaurante, cuando ella se ha templado con el champAn, la companIa alegre y, y ... quiEn sabe, con quE mAs.
- Pero usted ?quE? ?Parece que en vez de buscar un trabajo, esta buscando una novia. Pretende casarse con esta, esta ...? - Clementina se quedO cortada, cerrO los ojos, se puso tensa como si sus labios se resistieron a pronunciar algo, y por fin soltO  - !Solterona!
- !COmo puedo casarme con ella, si ni siquiera la conozco ¨C se escandalizO Gabriell encorvando las cejas. SacO el mOvil de bolsillo, lo secO con la palma y empezO a pulsar las teclas con el dedo fuertemente ¨C. !EstA mojado! ¨C dijo con enfado. 
"Menudo hombre..." - pensO Clementina. Y con los labios bien cerrados, le estirO su mOvil, que sacO de su bolso. 
- Es usted muy amable. !No sE como agradecErselo! - tosiO fuertemente, marcO El numero y dijo con una voz artificialmente baja, -. Hola, Alejandro: soy Gabriel. !Escucha! !No puedo ir al restaurante! Estoy empapado -, de repente empezO a susurrar -. SI, un perro. ?Y cOmo lo sabes? ... Mira: mientras irE a casa, secarE la ropa... ?Ah? ?QuE? ... ?Piensas que tengo una tienda de trajes?... ?QuE talla tiene?... Vale, !pero, los zapatos tambiEn estAn mojados!...  SI, tengo en casa... SE, que estA lejos... ?Y quE puedo hacer? ... Cuarenta y cuatro... De acuerdo... Te estoy esperando -. Gabriel mirO a

Clementina y con alegrIa empezO a arrugar la frente como si fuese tocando un acordeOn.
Pasado un minuto oyO de nuevo a Alejandro.
- !SI, sI te estoy escuchando...! ?DOnde aparcaste el coche? ... Bien... Dentro de cinco o diez  minutos estarE allI. Hasta luego -. Gabriel suspirO y metiendo el mOvil en el bolsillo de la chaqueta que dejo en el banco, sonriO -. Parece que aUn hay esperanza. !Muchas gracias! Tengo que irme -. Se puso en pie rApidamente.
"!Pero no tengo ninguna intenciOn de regalarte mi mOvil!", pensO Clementina y
dijo:
- !Me alegro mucho por usted! A propOsito, este mOvil no es suyo.

La cara de Gabriel se puso roja y sacO rApidamente el mOvil de bolsillo.
- PerdOneme, es por la costumbre; se me olvidO que el mOvil no es mIo.
("!Menudas costumbres tienes, amiguete!".)
- Le deseo que se divierta y consiga el trabajo - al despedirse, Clementina esbozO una sonrisa.

2

Dos hombres vestidos con traje y corbata se apresuraban al restaurante del parque que ocupaba la primera planta de una mansiOn. Se detuvieron en la entrada y resollando se miraron entre sI. Desde las ranuras de las ventanas del restaurante se filtraban vertiEndose, los sonidos de un piano de cola,  el croar de una guitarra elEctrica y un canto femenino, agudo y monOtono.

PequeNo estanque cubrIa la noche oscu-u-u-ra,
Los patos graznaban volando en baja altu-u-u-ra,
El pez con tristeza miraba el ojo de Lu-u-u-na,
CayO la estrella, en nubes buscando la cu-u-u-na.

Gabriel pulsO el timbre. Se abriO lentamente la pesada puerta hecha de roble.
- ?Han empezado? - preguntO Alejandro.
- Faltan diez minutos - el portero vestido con un traje bordado en oro, les invitO con gesto teatral.

Mientras avanzaba, saludaba con inclinaciones de cabeza a la gente que charlaba en pie con las copas de champAn. Gabriel se dirigiO ceremoniosamente  al centro del salOn. Lilia al verle, fue hacia El.
- Hola Gabriel, ?cOmo te encuentras? - ella con compasiOn mirO sus ojos.
- Como ves, estoy vivo y a salvo - contestO, ajustando el nudo de la corbata -. Todo ha pasado.
- ?El perro era grande?
- Claro - contestO con dignidad -, parece que era un dogo.
Lilia silbO ligeramente.
- Te buscamos en el parque; seguro que Alejandro te lo ha contado. ?A propOsito, no sabes dOnde estA?
- No lo se... - Gabriel mirO en torno -, hemos entrado juntos... Espera, parece que le veo.
EstA al lado de la ventana, hablando con una mujer.
- EspErame aquI, ahora vengo - Lilia se precipitO hacia la ventana.
En este momento se abrieron de par en par las puertas blancas talladas. Los invitados, sin prisa, fueron ocupando las mesas servidas.

Gabriel esperaba a Lilia y Alejandro. Al sentir que alguien tocaba su codo, girO la cabeza y se quedO pasmado, con la cara demudada... Desde los pArpados medio cerrados, le miraban atentamente los ojos castaNos de Clementina, que enarcO la lInea fina de la ceja izquierda, apenas tocO con la punta de la lengua el labio superior y, sonriEndose raramente, seNalO con la cabeza al camarero, que estaba al lado con la bandeja con dos copas de champAn.
- !Que, Gabriel! ?Empezamos?

El cerrO los ojos. En su imaginaciOn, parpadeando, pasaban velozmente las imAgenes
de los acontecimientos de la tarde... En algUn sitio con eco, sonaban las voces de Lilia y Alejandro... Alguien pellizcO su costado. 
- ... la jefa de nuestro departamento - Lilia terminO la frase.
"!HabrIa sido mejor que hoy me hubiera atacado una manada de lobos!"- pensO Gabriel y abriO los ojos.

El mes de febrero del 2002, Pinto (Madrid)