El colgante

Ñåðãåé Âÿçàíêèí
Algunos caracteres del alfabeto espaNol no han sido presentados en forma correcta por las causas ajenas a la voluntad del autOr.
Viazankin Guirin Serguei

La version en ruso ha sido aceptada por la revista literaria. La fecha prevista de publicaciOn: el mes de octubre del 2012.

EL COLGANTE

1

VerOnica detuvo su Opel de color azul enfrente del portal de un bloque de viviendas, saliO del coche, abriO el maletero y empezO sacar de El una maleta grande que se deslizO rechinando por el borde del maletero, e inesperadamente, golpeO el suelo con una esquina y se abriO. Una montaNa de bolsas de plAstico se derramO sobre la acera, entre las cuAles, mezcladas, se asomaban faldas, blusas y otros artIculos de ropa femenina. “!Vaya! Seguro que se me olvidO cerrarla en el aparcamiento del aeropuerto. !QuE lastima!” se dijo. RecogiO las bolsas y mirO de reojo a una vecina que la observaba desde la ventana de la planta baja. “?QuE? ?No tiene televisor en casa?”, pensO VerOnica, acercAndose al portal.  Golpeando con la maleta cada uno de los peldaNos de la escalera por fin llegO hasta el ascensor,  respirO con alivio y pulsO un botOn negro. Pasaron unos minutos. El ascensor no llegaba. VerOnica empezO a sacar, convulsivamente, el botOn hundido con sus dedos. Se enfadO mucho por una uNa que se acababa de romper  y con intenciOn de dar una patada a esa estUpida puerta, llena con declaraciones amorosas araNadas en ella, subiO la pierna, pero recordO que lleva zapatos nuevos y se controlO, mirO el reloj, sacO el mOvil del bolso y marcO un nUmero. Los pitidos largos y monOtonos seguIan uno detrAs de otro, como si fuesen comprobando su paciencia. Nerviosa, marco otro nUmero.
- Buenos dIas: ?PodrIa ponerme con Gregorio?. Soy su mujer –  resonO con eco en el portal.
- ?VerOnica, pasa algo? –  al coger telEfono preguntO Gregorio.
- !El ascensor no funciona!
- ?Y quE?
- Llevo una maleta que pesa mucho.
- ?QuE llevas en la maleta?
- Nada especial: una nueva corbata para ti, un par de vestidos... No se porque pesa tanto.
- Has estado fuera solamente un par de dIas! ?CuAndo has podido comprar tanto?
- Vaya, cuanta ironIa...
- !EscUchame! !Tengo muchIsimo trabajo y ahora no puedo dejarlo y correr a casa! – se enfadO -. !TIrala al maletero o llama al tEcnico de mantenimiento - en el mOvil se cortO la risita aguda de alguna mujer de la oficina –. ?QuE mAs? 
- LlamAndote a ti yo no esperaba mAs que un par de palabras de compasiOn, pero parece que estas hecho de piedra. Hasta luego.

MordiEndose los labios, VerOnica apagO el mOvil y empezO la escalada al sEptimo piso, tirando del asa de la maleta con las manos. Doblando las piernas, calzada con zapatos de tacOn alto, por fin llegO hasta el quinto piso y se parO resoplando, apoyAndose contra la barandilla. En alguna planta mAs abajo oyO un portazo, y pasados unos segundos arrancO el motor del ascensor. “Esta claro que no es mi dIa de suerte” pensO VerOnica, e hizo rodar la maleta por el rellano.

Al entrar en su piso, rApidamente sacO y colgO las compras y entrO en el dormitorio. “!De nuevo ha fumado en la cama!” – pensO, notando el olor a tabaco. CorriO las cortinas y abriO la ventana. El aire templado y ligero le acariciaba la cara y despeinaba su pelo corto y oscuro. Se apartO de la ventana y de repente vio que en la esquina de dormitorio algo brillaba con los rayos del sol. Intrigada, dio unos pasos, se sentO en cuclillas. SubiO el borde de la alfombra y encontrO un colgante de oro, con tres hojas grabadas en el centro. Se sentO en la alfombra y con las manos se cogiO la cabeza. “?Viajas demasiado?”. Se le hizo difIcil respirar. “!COmo se atreviO a traer a casa una mujer!” – sus ojos empezaron a llenarse de lagrimas. En cinco aNos de vida en comUn, esta era la primera vez que sentIa autEnticos celos. “?SerA que estoy vieja? Si, claro que tengo bastante mas que treinta aNos, puede que me sobren un par de kilos y tengo dos o tres arrugas... !QuE voy a hacer!”. Con dos dedos cogiO con aprensiOn el colgante y muy pensativa empezO a andar por la habitaciOn... Luego, de repente, se parO. Escrupulosamente estudiO el colgante y lo puso en la mesita del salOn. “!A ver como reacciona cuando vuelva! Tengo que dominarme para que no note nada extraNo en mI”.
TomO una pastilla tranquilizante, con ojo crItico observO el contenido del frigorIfico, y saliO del piso.

El resto del dIa se dedicO a las tareas domesticas, pensando sobre su comportamiento ante Gregorio. 
De vuelta a casa, El como siempre, tosiO fuerte en el pasillo y se puso zapatillas.

ApareciO VerOnica  saliendo de la cocina.
- Veo, que ya han arreglado el ascensor – Dijo Gregorio y la besO en su rechoncha mejilla.
- SI, lo arreglaron, despuEs de que yo subiera con la maleta al quinto piso – VerOnica le contestO con tristeza, escondiendo los ojos llenos de lAgrimas.
- CuEntame mejor algo sobre tu viaje – Gregorio se aflojO el nudo de la corbata y se asomO a la cocina -. !Oh! !QuE bien huele! 
- LAvate las manos, la cena ya esta hecha.   

DespuEs del cenar se acomodaron en los sillones del salOn. Gregorio, preguntando con pereza a VerOnica sobre su viaje y mirando de reojo la pantalla del televisor, se acercO el cenicero y vio el colgante que estaba en la mesita. Lo cogiO, comprobO con los dedos su dureza, lo puso en la mesa y dijo:
- Hoy he tenido mucha calor, voy a ducharme. 
VerOnica, silenciosa, le siguiO con la mirada. “Si lo paran en la calle y le preguntan, de quE color son mis ojos, estoy mAs que segura de que no podrIa contestar!... ?TrabajarAn juntos? ?Como voy a descubrirlo? – se quedo pensativa, masajeando con fuerza el cien. De repente se que quedo quieta. - Dentro de una semana El cumple aNos, pero esta vez no vamos a invitar a los amigos al restaurante. Lo celebraremos en casa. Para mI va a ser una pesadilla, pero por lo menos voy tener una oportunidad de saber quiEn es ella.”
 
2

PasO una semana.
Gregorio resoplando, abriO la puerta de su piso, puso en el suelo las bolsas con la compra y sacO de del bolsillo un papel doblado. VerOnica saliO de la cocina, se secO las manos en el delantal y abriO el papel que le tendiO su marido. RepasO con la mirada la lista de la compra, arrugada y marcada con cruces, asintiO con la cabeza satisfactoriamente y preguntO:
- ?EstAs seguro que no vendrA hoy nadie de tu familia?
- Si, estoy seguro.
- ?Y de tu trabajo? ?VendrAn todos los que invitaste?
- Roberto acaba de llamar. Ha dicho que no pueden porque a su mujer la llevaron al hospital: estA a punto de dar la luz.
- Vale, ve preparando la mesa...

***

Por la tarde empezaron a reunirse los invitados. El salOn poco a poco se llenaba de ruidos, olores a perfume y humo de tabaco. Mirando a los compaNeros de Gregorio, que conversaban animadamente, se podrIa pensar que llevaban  una eternidad sin verse.
- !Ya viene Cristina! –, corriendo las cortinas, VerOnica se alejO de la ventana –. !Gregorio, ve a recibirla! Parece que ya estamos todos. !Acercaos, por favor, a la mesa!.

Las sillas se deslizaron por el parquE. Gregorio esperando en la puerta medio abierta, dijo:
- ?VerOnica, Cristina no viene. ?EstAs segura de que la has visto?
- !Claro que sI! (“!SerIa difIcil confundirla con otra!”)
- Voy a buscarla. Igual le ha pasado algo,  - Gregorio saliO de la habitaciOn y llamO el ascensor.
“!PodrIa bajar andando, para adelgazar un poquito!”, pensO VerOnica y volviO al salOn.

El ascensor llevO a Gregorio hasta el vestIbulo. Cristina, una rubia alta y joven, casi lo atropella en las puertas. Durante un instante se quedO perpleja, y despuEs de una pausa, dijo con sofoco:
- Buenas tardes, Gregorio. !Feliz cumpleaNos! Toma. Es de mi parte – le tendiO una pequeNa cajita, envuelta en papel de regalo.

El, un poco confuso, cogiO el regalo agradeciEndolo. En ese momento la puerta empezO a cerrarse. El la parO con la pierna. Cristina entrO rApidamente a la cabina, envolviendo a Gregorio con el olor de su perfume y, agitando ligeramente su cabeza, rozO su cara con el cabello largo y suave. El metiO hacia a dentro su barriga, contuvo la respiraciOn y pulsO el botOn. El ascensor subIa lentamente hasta que de repente rechinO, traqueteO y se quedO colgado. La bombilla que alumbraba la cabina empezO a perder la luz y en poco tiempo todo alrededor se habIa hundido en la oscuridad.

3

Entretanto, los invitados tomaban animadamente los aperitivos. VIctor con una copa de champAn en la mano, encorvO sus cejas espesas y, ocultando con dificultad su disgusto, preguntO a VerOnica:
– ?Pero dOnde estA Gregorio?. Sin El no podemos brindar.
- BajO a recibir a Cristina, – VerOnica se encogiO de hombros, aparentando indiferencia.

VIctor asintiO con la cabeza compasivamente, puso la copa en la mesa y, con la palma frotando su frente, se tapO lo ojos para que VerOnica no lo viese, y le hizo un guiNo a Alejandro, que estaba sentado a su lado. Pero su maniobra no pasO desapercibida. VerOnica se levantO y, mordiEndose los labios, saliO al rellano de la escalera. Se escuchO en el piso de arriba el baquetazo del cierre del conducto de la basura y algo pesado cayO con estrEpito. Pasados unos segundos se hizo el silencio, rompiEndose de vez en cuando con las voces de los invitados en su casa. VerOnica se acercO al ascensor. El botOn no funcionaba. Con la mano golpeO fuertemente en la puerta, como si la estuviera vengando por todas las ofensas que le habIa causado hace dIas. Casi en seguida, desde la profundidad, le respondiO un golpeteo.
“!Vaya, parece que Gregorio estA atrapado!”. BajO a toda prisa las escaleras, en cada planta golpeando las puertas del ascensor. Por fin se parO en el tercero.
-?Gregorio, estAs aquI?
- SI. Hay que llamar al tEcnico de mantenimiento, pero desde aquI no hay manera. No se ve nada y ni siquiera tenemos un mechero! – sonO la voz opaca desde la profundidad.

Mientras VerOnica subIa las escaleras, el plural “tenemos” resonaba como eco en su cabeza. EntrO en el piso e  intentando controlar la respiraciOn, dijo a sus invitados: 
- Cristina y Gregorio estAn atrapados en el ascensor. Pero no os preocupEis, podEis seguir mientras voy a avisar al tEcnico.

***

Pasaron diez largos minutos despuEs de la parada del ascensor. Cristina arreglO en plena oscuridad su cabello y dijo con voz baja a Gregorio. 
- !Parece, que nos van a sacar de aquI!

El mugiO algo incomprensible. De repente algUn mecanismo rechinO y chasqueO y poco a poco empezaron a abrirse las puertas. De abajo llego una luz fuerte de la linterna, a travEs de la ranura que iba ampliAndose, y un hombre dijo con la voz ronca:
- EstAn atrapados entre dos pisos… Ya podEis salir.

Gregorio pasO piernas por la ranura y acompaNado con los comentarios animados de los vecinos y sus invitados, con Exito se colO al rellano. SiguiEndole, se asomO la cabeza de Cristina. Al ver las manchas negras que aparecieron en la camisa blanca de Gregorio, pidiO que le trajesen algo para poner en el suelo de la cabina. VerOnica ni se moviO y con los ojos seNalO la escalera a su marido. La cara de Gregorio se coloreO.
- !Espera Cristina, ahora te traigo algo! – dijo El y corriO escaleras arriba.
VolviO con un rollo de papel. Cristina emergiO de la cabina, con la ayuda de los hombres, y tomO la postura vertical.
“A veces, las circunstancias obligan a dudar de si tener el piso en planta sexta es mucho mejor que en la primera”-, pensO VerOnica mirando la cara sonriente de su marido, que participO entusiasmado en la “operaciOn de rescate” –. Parece que no soy Unica en mis conclusiones -, sintiO las miradas compasivas de las vecinas y, esforzAndose, contuvo una sonrisa sarcAstica.
- El incidente se puede dar por acabado - hizo constar.

Al entrar en el piso, acompaNO a Cristina al cuarto de baNo y le dijo desde el umbral:
- La toalla estA aquI. ?Me puedes pasar este colgante que estA en la estanterIa del espejo?
- SI, claro. !QuE bonito! – Cristina sonriO y la tendiO el adorno.
-No, ella no tiene nada que ver con el colgante, - fue la conclusiOn de VerOnica -. !Pero cOmo la miran todos los hombres! ?QuE tiene de especial? !JolIn! Ha pasado tanto tiempo con Gregorio en la oscuridad de la cabina del ascensor...” - suspirO profundamente, regresO al salOn y mandO a Gregorio a cambiarse.

VerOnica pidiO disculpas a los invitados por la averIa del ascensor y se sentO en la mesa junto con Julia: su vieja amiga del colegio. Julia, llenando su plato con ensalada, se dio un poco por ofendida y dijo con su voz aguda:      
- TodavIa no sE nada sobre tu Ultimo viaje.
- No hay nada que merezca ser contado. El primer dIa asistI a una representaciOn, por la tarde salI de compras, y luego hubo una cena de empresa. Fue bastante aburrida, porque habIan reunido gente demasiado seria y respetable y hablaban solamente de cosas del trabajo. El dIa siguiente hubo...
- !Hola espeleOlogo! – dijo en voz alta VIctor, saludando a Gregorio. DetrAs de el apareciO Cristina. La cara VIctor se puso radiante, querIa aNadir algo mAs pero se contuvo al enfrentarse con la mirada de VerOnica, se puso serio y empezO a comer. 
- ?De quE estAbamos hablando? – VerOnica dirigiO su pregunta a Julia.
- Has dicho que el dIa siguiente hubo…
- SI, el dIa siguiente fui a otra reuniOn - VerOnica abriO el puNo y en su palma brillO el colgante.
- !Oh! ?Lo compraste allI?
- No. !QuE va! Lo tengo desde hace tiempo. (“!Puede que me estE volviendo loca. A ella sI que no tenIa que enseNArselo”).
Por fin sonO el brindis tan esperado y tintinearon las copas.  Le siguiO el segundo, luego tercero…
- VerOnica, te veo muy triste –, dijo VIctor -. ?Hoy no bailamos?
- !SerA si tu cantas! – bromeO Julia.
- ?Por quE no? !SI que vamos a bailar! - VerOnica puso la mUsica  y de nuevo se sentO a la mesa y pensO: “Espero que esta vez no rompa mI lAmpara del techo”.

Julia tomO un trago de la  copa y cuchicheO al oIdo de VerOnica:
-?Te encuentras bien? EstAs muy pAlida.
VerOnica se quedO callada por no saber que contestar, hasta que por fin se soltO:
- Cualquiera que hubiese estado en mI lugar tambiEn se habrIa puesta pAlida. Cuando regresE del viaje a casa, me encontrE con el ascensor estropeado y tuve que subir trepando con la maleta que pesaba bastante.  A pesar de que esto fue hace una semana, todavIa no me encuentro bien.
- Hay que reconocer que Ultimamente los ascensores tienen un papel muy significativo en tu familia - Julia soltO un risotada y de repente se atragantO con el cava. Su cara se puso rojiza y los ojos se le desorbitaron. RApidamente alargO su mano hacIa la servilleta.

VerOnica  abriO el puNo sin pensar  y con la palma le dio unos golpecitos en la espalda a su amiga. El colgante cayO al suelo y rodO por debajo de una silla, en la cual estaba sentada una mujer morena, alta, flaca, con el cabello muy corto y con nariz un poco encorvada que daba a su cara una expresiOn muy orgullosa. VerOnica se acercO a ella. Rita sonriO artificialmente, enarcO las cejas y la mirO con la pregunta en sus ojos.
- PerdOn, una cosita rodO casualmente por debajo de su silla.

Rita  lanzO una mirada al colgante que apareciO en la palma de VerOnica y por momento se quedO de petrificada, pero se controlO en seguida y preguntO:
- ?Es suyo?
- SI.
- ?DOnde lo ha conseguido, si no es ningUn secreto?
- Me... Me lo regalaron.
- Buen regalo – en la voz de Rita sonaron notas metAlicas.

VerOnica se encogiO y volviO a su sitio. “!Brr! No quiero ni pensar en que esta Aguila pudiese construir su nido en mi dormitorio. !Menuda compaNera tiene mi marido”.
Gregorio, mientras tanto, se habIa puesto un poco ebrio y habIa empezado a dar a

Alejandro un curso de relaciones internacionales. Alejandro con sus ojos suplicaba a VIctor que le salvara. VIctor se levantO y dijo:
- VerOnica. ?Puedes poner la mUsica un poco mAs alta?. Voy a bailar.
- Buena idea – le apoyO Julia en voz alta. SubiO la cabeza y repasO con la mirada a los hombres.
“Necesita un marido. No sE como ayudarla” – pensO VerOnica.

Alejandro invitO a Julia. Ella puso sus brazos completamente estirados sobre los hombros de Alejandro y empezaron a balancearse con el ritmo de la mUsica.
Gregorio se quedO solo y empezO a comer animadamente.
- ?Rita estA casada? – le susurrO VerOnica.
- SI, su marido ahora estA de viaje - encogiO los hombros indiferente -. Es nueva, la contrataron hace un mes.
Gregorio limpiO sus labios gordos con la servilleta y dijo:
- ?Bailamos?
- Vale, - le contestO VerOnica, distraIdamente, con el pensamiento en otra cosa.

Mientras bailaba, miraba a Rita, que se encontraba inmovilizada en la silla. “Todo esto es muy extraNo - pensO VerOnica -, intentarE hablar con ella. ?Por quE no? No pierdo nada”.
- Gregorio - dijo -, tengo que preparar el cafE. ?Por quE no invitas Rita a bailar?
Parece que se estA aburriendo.
Pasados unos minutos VerOnica apareciO con la bandeja. Gregorio de nuevo contaba algo a Alejandro que tenIa la cara de un condenado, Rita estaba fumando en soledad. VerOnica  puso la bandeja sobre la mesa delante de ella y le espetO, mostrando el colgante: 
-  No es un regalo. Lo habIa encontrado. ?A lo mejor es suyo?
- SI - los ojos de Rita brillaron frIos -. ?DOnde lo ha encontrado?
- En mi dormitorio.
La cara de Rita se puso blanca, mirO a Gregorio e iniciO un movimiento de negaciOn con la cabeza. SacO de su bolso un mOvil y frunciendo el ceNo por la  mUsica que le molestaba, dijo:
- Necesito hacer una llamada. ?Puedo entrar en la cocina?
- SI, claro – contestO VerOnica, precipitadamente. De repente notO que se agitaban las sombras de la pared. Vio a VIctor que sin dejar de bailar, con la mano intentaba a parar la lAmpara de techo que se balanceaba como un pEndulo. Lo mirO con reproche y preguntO a Julia que con las mejillas enrojecidas por el baile, se acercO a la mesa.
- ?Puedes echarme una mano? – le dijo VerOnica. -Quiero traer unos pasteles.

Salieron juntas del salOn y de repente se tropezaron con Rita, los ojos de la cual se inflamaron de repente con odio.  ObservO a VerOnica con mucho desprecio desde la cabeza hasta los pies, dijo algo incomprensible con los dientes apretados, y varias veces juntO y separO sus dedos largos y finos, hincando con fuerza las uNas en las palmas.  Luego suspirO profundamente y, taconeando con fuerza, abandonO la casa. El portazo estremeciO a Julia.

EntrO Gregorio, bailando.
- ?Se ha ido alguien? – preguntO.
- SI, Rita – le contestO VerOnica con la cara blanca como una sAbana.
- QuE raro, se fue sin despedirse de nadie – Gregorio encogiO los hombros y regresO al salOn.

SiguiEndole con la mirada, Julia preguntO a VerOnica:
- ?QuE esta pasando aquI?
- ?Me ibas a creer, si te digo que no entiendo nada? – apoyAndose con la espalda contra la pared, VerOnica escogiO los hombros.
- !Claro que no te voy a creer! – Julia se ofendiO.

***

AmanecIa. DespuEs de pasar la noche en vela, VerOnica mirO a Gregorio que roncaba pacIficamente, se puso el albornoz y saliO del dormitorio. “Hay que recoger todo, hoy vienen de visita los familiares”. EntrO en el salOn, retirO las cortinas y abriO la ventana. Al bajar la espesa ceja de una nube rosada, el enorme ojo del disco de sol la mirO con reproche. La ciudad todavIa permanecIa dormida. Solamente piaban los gorriones, que se precipitaban volando como moscas.

VerOnica entrO en la cocina, cerrO bien la puerta, se sentO al lado del telEfono y marcO un nUmero.
- Buenos dIas – dijo - ?No te he despertado?
- Hola, VerOnica – contesto alguien con voz masculina -.  No me has despertado, casi no he dormido en toda la noche.
- Yo, tampoco. Todo me hace pensar que tu mujer y mi marido se conocen.
- Es cierto. Ayer me enterE que trabajan en la misma oficina.
- ?Entonces ella estuvo ayer en mi casa?
- SI. ?Por quE le dijiste que habIas encontrado el colgante en tu dormitorio?
- Primero yo no tenia ni idea de que Rita es tu esposa, segundo, no sE de quiEn es este colgante.
- El colgante es de Rita. La Ultima vez cuando estuve en tu casa, ella me llamO al mOvil,
no sE si te acuerdas. Rita me pidiO que la llevara a la peluquerIa. TenIa mucha prisa y al bajar el coche la cadena con el colgante se enganchO con algo y se rompiO. Me dejO la cadena con el colgante, y yo los metI en el bolsillo de mi camisa, desde la cual, por lo visto cuando regresE, se cayeron al suelo de tu dormitorio.
- ?TambiEn has perdido la cadena?
- No, no la he devuelto a Rita.
- ?Crees que ella puede contar algo a mI marido?
- No creo. No es su estilo. Quiere divorciarse de mI.
- ?DOnde estas?
- Estoy en el hotel. MI aviOn sale dentro de tres horas.
- Vale, un beso. Te llamo por la tarde.
- Un beso. Hasta luego.

El mes de octubre del 2002, Pinto (Madrid)